domingo, 12 de abril de 2009

Resurrección de Jesucristo



Vive Jesús el Señor, y desde el reino de los cielos su luz, vuelve con fuerzas a iluminar la tierra.

La noche del sábado en la que los cristianos celebramos la resurrección de Jesucristo, es una noche especial. De nuevo, en la compañía de Jesús resucitado, renovados con gozo y alegría emprendemos la vida, con esperanza, acompañados de su gran amor y llenos de su fuerte luz.

Con Jesús resucitado, el ser angustiado y dolorido de todos los cristianos, se calma y deja de llorar y en el interior de los creyentes en Jesucristo, se gozan los corazones y reina la alegría, Alegría y gozo que se siente al creer con fe, que Cristo vive y que su amor nos llena y su luz nos acompaña.

Con la resurrección de Jesucristo de nuevo nace en el mundo la luz… luz que vence con fuerza las tinieblas y vuelve a iluminar la tierra…

Como creyentes cristianos, sintiendo con fe que Jesús ha resucitado, que vive, y que se encuentra de nuevo entre todos nosotros, debemos sentirnos en paz, con esperanza y llenos de su luz…

Y llenos de la luz de Jesús, siendo lámparas suyas, y manteniendo continuamente su luz encendida, la debemos llevar y ofrecer con fe, amor, e entusiasmo a los demás, y así, poder comunicar y trasmitir su resurrección, que Jesucristo vive, y que avita entre nosotros, ofreciéndonos y dándonos lo mejor, para una vida plena.

Aceptando con fe a Jesucristo resucitado, y teniéndole presente como centro de nuestra vida, sentiremos su gran amor, y caminando junto a el, lo aremos por caminos iluminados, de verdad y de vida.

Aleluya, aleluya, Jesucristo a resucitado, alabemos su gloria, y compartamos como hermanos, el gran amor que él nos ofrece.

J. P. D.

domingo, 5 de abril de 2009

DOMINGO DE RAMOS.


Domingo de ramos

Entrada triunfante de Jesús en Jerusalén… camino de su crucifixión.

Jerusalén la ciudad de Dios, donde se comete contra Jesucristo, la mayor injusticia de la humanidad…

Al celebrar cada año el domingo de ramos, nos viene a la memoria y recordamos el gran acontecimiento de la entrada triunfal de Jesús en la ciudad de Jerusalén.

Jesús, a pesar de saber lo que le esperaba, por lo que iba a pasar y lo que tenía que sufrir en la ciudad santa, cumpliendo la voluntad del padre, lo afronta con fortaleza y sigue el camino de la cruz para salvar a la humanidad y, para que se cumplan las escrituras.

Es digno de recordar el gran recibimiento que tubo Jesús por la gran multitud que esperaba con alegría su llegada a Jerusalén. Fue un recibimiento eufórico, de aclamación y de alabanza, un recibimiento de entrega, por parte de la muchedumbre que esperaba a Jesús, unos tendían sus mantos y otros le aclamaban con ramas de olivos a su paso, haciendo honor a su gloria.

Entregados a Jesús, los que le seguían, y los que les esperaban gritaban: ¡Hosanna! bendito el que viene en el nombre del señor;

...Más tarde por el desprecio de aquellos que no creían en Jesús, ni en su palabra, llego la tiniebla a la ciudad Santa de Jerusalén y, esa multitud sin fe, que no acepto quien era, de donde venia y todo aquello bueno que nos ofrecía a toda la humanidad, e ignorantes lo maltrataron, lo condenaron y lo crucificaron…

Ciegos y en tinieblas no quisieron ver que Jesús era en realidad el hijo de Dios, y no entendieron que crucificarle fue inútil, fue un error, e ignoraban aquello que iba a pasar más tarde, su resurrección.

En este hecho Jesús a la llegada a Jerusalén, es esperado por la multitud que le reconoce como el Mesías, el hijo de Dios, y reconociendo su grandeza, y viendo en él al salvador de Israel y del mundo lo aclaman y vitorean con gran ímpetu.

Después Jesús fue rechazado humillado maltratado y crucificado…rechazando a la vez con él, el camino iluminado para una vida con luz… la verdad clara de Jesús para una convivencia en hermandad y sin engaños… una justicia equilibrada… la luz que invade y se sobre pone a las tinieblas… y el amor inigualable de Jesús, amor que acoge, comparte y que acompaña, y además todo aquello que es bueno, para una buena convivencia y para toda la humanidad.

Este acontecimiento, de la entrada triunfal de Jesucristo en Jerusalén lo recordamos con gran amor, ofreciéndole a Jesús nuestro corazón, como ciudad Santa, para que habite en él, y reine en el mundo, desde el interior de cada uno de nosotros.

J. P. D.